Abejas robóticas, ¿la solución del futuro? Copiar al portapapeles
POR: Alejandra Almed
28 mayo, 2019
Por: Alejandra Almed
Atención seguidores de la serie Black Mirror… uno de los perturbadores avances tecnológicos que se muestran en la serie, hoy ya es una realidad.
En la serie británica emitida por Netflix, (Spoiler Alert) se transmitió un capitulo cuyo trama se basa en la fabricación de miles de colmenas robóticas por parte de una empresa privada, con el objetivo de polinizar las flores tal como lo hacían las abejas ya extintas para ese entonces.
Las abejas son esenciales para el equilibrio ecológico en el planeta, ya que aproximadamente el 75 por ciento de la flora silvestre se poliniza gracias a las abejas y casi el 40 por ciento de las frutas y verduras que comemos, proceden de la polinización.
Hoy en día, gracias a la contaminación, la industrialización, el uso de productos nocivos como insecticidas, entre otros, no es difícil imaginarnos un mundo sin abejas. No es ninguna noticia que en los últimos años las comunidades de abejas han disminuido significativamente, impactando gravemente en ambiente. El riesgo de perder la polinización se traduciría en un mundo sin plantas, un factor determinante en la producción de oxígeno y la alimentación de los animales, y por ende la posible desaparición del ser humano.
Debido a esta importancia, varios científicos alrededor del mundo ya están en busca de soluciones tecnológicas para contrarrestar este serio problema ambiental. Se trata de abejas robóticas que realizan el trabajo de la polinización y ayudan a que las flores se reproduzcan.
A finales del año pasado, la Universidad Politécnica de Varsovia creó la primera abeja dron capaz de polinizar artificialmente. Este robot miniatura es capaz de encontrar una flor y recoger su polen para fertilizarla. Al obtener la primera semilla por este nuevo proceso, el ingeniero Rafal Dalewski, líder del proyecto, expresó: “nuestro robot puede hacer casi lo mismo que las abejas reales”.
Los científicos han logrado crear dos tipos de abejas robóticas, una voladora y otra terrestre; ambas con la misma capacidad de repartir e impregnar el polen en las flores gracias a una especie de pelaje que asemeja el de los insectos reales. El objetivo de este proyecto, es comenzar la reproducción en serie de estos especímenes en los próximos dos años.
Otra alternativa tecnológica que trata de solventar el problema de la disminución de abejas en el mundo nació en el Instituto Avanzado de Ciencia y Tecnología Industrial, en Japón, en febrero de este año. Un grupo de científicos comandado por el químico Eijiro Miyako, logró añadir a ciertos drones un pelaje pegajoso para que polinizara las flores a su paso.
Según los encargados de este este ambicioso proyecto, donde los drones son perfectamente capaces de hacer el trabajo de las abejas, todavía hace falta trabajar con más tecnología, como la incorporación de GPS, cámaras y desarrollar tecnologías con inteligencia artificial.
En la serie de Netflix, crear abejas robóticas resultó positivo para la tarea de la polinización, pero fue contraproducente cuando se salió de control y terminó siendo una terrible invasión a la vida privada de las personas.
En el mundo real, aunque pudiéramos asegurarnos de que las abejas robóticas no invadieran la privacidad de la gente, es poco probable que esta solución fuera tan barata y eficiente como la increíble labor que llevan a cabo las verdaderas. La ingeniería humana puede hacer cosas asombrosas, pero aún le falta mucho para alcanzar a la tecnología desarrollada a través de miles de millones de años de selección natural.
Estos proyectos no buscan remplazar a las abejas reales, sino ayudarlas a cumplir con su labor de polinización y complementar las tareas de estos insectos hasta que las poblaciones de abejas puedan elevarse a niveles saludables.
Un mundo sin las abejas sería una pesadilla, incluso si sus reemplazos robóticos logran evitar el deterioro del ambiente y la eventual desaparición de nuestra especie.
Alejandra es Historiadora del Arte
y amante de la cultura y la naturaleza.
Vive y trabaja en la Ciudad de México
pero su corazón está en Chiapas.