¿La señal más clara de vida extraterrestre? El caso del exoplaneta K2-18b Copiar al portapapeles
POR: ChemaTierra
20 abril, 2025
La búsqueda de vida fuera de nuestro planeta ha dado un giro prometedor. Un equipo internacional de científicos, liderado por investigadores de la Universidad de Cambridge, ha detectado en el exoplaneta K2-18b lo que podría ser, hasta el momento, la señal más clara de actividad biológica fuera del Sistema Solar.
Gracias a las capacidades del Telescopio Espacial James Webb (JWST), los astrónomos han logrado analizar con gran precisión la atmósfera de este planeta ubicado a 124 años luz, en la constelación de Leo. Entre los compuestos detectados destacan el metano (CH₄), el dióxido de carbono (CO₂), y, de manera particularmente intrigante, el sulfuro de dimetilo (DMS) y su derivado, el disulfuro de dimetilo (DMDS).
¿Por qué esto es importante? Porque en la Tierra, el DMS es producido casi exclusivamente por organismos vivos, especialmente por el fitoplancton marino. No conocemos ningún proceso geológico o abiótico que genere estas moléculas en cantidades detectables, lo que convierte su presencia en una posible biofirma: una señal química que podría indicar la existencia de vida.
Un planeta de océanos e hidrógeno
K2-18b no es un planeta cualquiera. Es una “supertierra” o más específicamente, un mundo hyceano: un tipo de planeta con una superficie cubierta por océanos y una atmósfera rica en hidrógeno. Este tipo de condiciones podrían permitir una química parecida a la terrestre y potencialmente sistemas biológicos muy distintos —o quizás sorprendentemente similares— a los nuestros.
El planeta es 2.6 veces más grande que la Tierra y alrededor de 8.6 veces más masivo. Además, se encuentra en la zona habitable de su estrella, es decir, a una distancia que permite la posible existencia de agua líquida, otro ingrediente esencial para la vida tal como la conocemos.
¿Por qué es un hito este hallazgo?
La detección del DMS y DMDS con una significancia estadística del 99.7% (equivalente a aproximadamente 3 sigma) no es una prueba definitiva, pero sí un indicio sólido que amerita atención. Para poder hablar con certeza científica de una detección confirmada, se requiere alcanzar el nivel de 5 sigma, es decir, una probabilidad de error menor a una entre un millón.
Sin embargo, este descubrimiento ya representa un parteaguas para la astrobiología y la ciencia planetaria. Como destaca un reciente análisis de Reuters, el hallazgo demuestra por primera vez que nuestras herramientas son lo suficientemente sensibles y precisas como para detectar posibles biofirmas en exoplanetas. Es un logro técnico sin precedentes: pasamos de identificar planetas a analizar su atmósfera con tal detalle que podemos buscar huellas químicas de vida.
Esto no solo cambia el panorama de la exploración espacial, sino que acerca la pregunta “¿estamos solos?” al terreno de lo empíricamente verificable.
¿Y ahora qué?
Los propios científicos insisten en la necesidad de cautela. Aún se deben descartar fuentes no biológicas de estos compuestos, como procesos desconocidos que pudieran generarlos en ambientes con hidrógeno. Se planean más observaciones con el JWST para reforzar los datos actuales y buscar otras firmas moleculares que ayuden a confirmar —o descartar— la hipótesis de vida.
Sea cual sea el resultado, K2-18b se ha convertido en uno de los objetivos prioritarios para la astronomía moderna. Su estudio no solo podría ayudarnos a descubrir vida más allá de la Tierra, sino también a entender mejor cómo surge la vida en contextos planetarios radicalmente distintos.
En resumen: no, aún no podemos decir con certeza que hay vida en K2-18b. Pero este hallazgo nos deja más cerca que nunca de responder una de las preguntas más profundas de la humanidad, con ciencia, cautela y asombro.