El tercero en 8 años: un visitante interestelar atraviesa nuestro sistema solar Copiar al portapapeles
POR: ChemaTierra
2 julio, 2025
En el vasto silencio del espacio, un objeto acaba de entrar a nuestro vecindario cósmico. No viene de los bordes del sistema solar, ni de alguna órbita excéntrica de la nube de Oort: viene de mucho más lejos. De otra estrella, probablemente de otro sistema planetario.
El hallazgo fue realizado el 1 de julio de 2025 por el sistema ATLAS (Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System) y ya ha sido catalogado oficialmente como 3I/ATLAS (primero llamado A11pl3Z) convirtiéndose en el tercer objeto interestelar confirmado que detectamos desde la Tierra.
Antes de él, sólo dos cuerpos habían logrado ese reconocimiento: el misterioso ‘Oumuamua, que pasó sin dejar rastro claro de qué estaba hecho, y el cometa 2I/Borisov, un cometa clásico pero con pasaporte interestelar. Hoy, este nuevo objeto se une al club de visitantes que vienen de más allá del Sol.
¿Qué lo hace tan especial?
Para que un objeto sea considerado interestelar, debe tener una trayectoria que indique que no está "atado" gravitacionalmente al Sol. Es decir, no orbita a nuestra estrella, sino que sólo la visita de paso. Y eso es justo lo que muestra la órbita de 3I/ATLAS: una curva hiperbólica extrema, con una excentricidad mucho mayor que la de Borisov y una velocidad tan alta (unos 60 kilómetros por segundo) que le será imposible volver.

Además, su trayectoria es retrógrada, lo que significa que se mueve en dirección contraria a la mayoría de los planetas del sistema solar. Y no es precisamente pequeño: se estima que podría medir hasta 20 kilómetros de diámetro, lo que lo haría más grande que sus predecesores, aunque aún no se descarta que sea más compacto o irregular.
A diferencia de Borisov, este objeto no ha mostrado aún signos de actividad cometaria, como una coma o una cola. Esto ha hecho que algunos lo comparen más con ‘Oumuamua, aunque su tamaño y comportamiento parecen mucho más convencionales. Lo que sí está claro es que no se originó aquí. Y eso, por sí solo, lo convierte en un fenómeno fascinante.
Un fragmento de otro mundo
Lo verdaderamente asombroso de estos visitantes es que no son solo rocas errantes: son fragmentos físicos de otros sistemas planetarios. Material que se formó en torno a otra estrella, en otro tiempo, bajo otras condiciones. Algunos pudieron haber sido expulsados tras una colisión, o por la gravedad de planetas gigantes en su sistema natal. Tras millones de años viajando en la oscuridad interestelar, llegan hasta nosotros por una improbable coincidencia.
Estudiarlos es como tener una muestra gratis del vecindario galáctico. Es una forma de hacer ciencia “interestelar” sin necesidad de enviar una sonda más allá de los límites del sistema solar.
Lo que viene
3I/ATLAS se acercará más al Sol el 29 de octubre de 2025, pasando a una distancia similar a la de Marte. No representa ningún peligro para la Tierra, pero sí una gran oportunidad para observarlo con detalle desde telescopios terrestres y quizá incluso desde orbitadores en Marte, si se alinean las condiciones.
Los astrónomos ya están trabajando para recopilar la mayor cantidad de datos posible: analizando su espectro para conocer su composición, refinando su trayectoria, buscando si desarrolla actividad cometaria. Cuantos más detalles sepamos, mejor podremos entender su origen, su historia y su parentesco con objetos de nuestro propio sistema.
Además, este descubrimiento confirma algo que se sospechaba desde hace poco: los visitantes interestelares podrían ser mucho más comunes de lo que pensábamos. Tal vez han pasado muchos otros, demasiado pequeños o veloces para que los detectáramos. Con las nuevas generaciones de telescopios, como el Vera Rubin en Chile, que entrará en funcionamiento próximamente, podríamos ver pasar uno tras otro.
Una era de descubrimientos fugaces
Lo más intrigante de estos objetos es su carácter efímero. Pasan rápidamente, y se van para no volver. Cada uno nos da apenas una breve ventana de tiempo para conocerlo, estudiarlo, maravillarnos.
3I/ATLAS es, entonces, una cápsula del tiempo galáctica. Un testigo mudo de procesos que ocurrieron lejos de nuestro Sol.
En una época en la que nos preparamos para enviar naves a otros mundos, resulta poético que otros mundos —o al menos, sus fragmentos— vengan hasta nosotros. No para quedarse, sino para dejarnos con más preguntas, y con una renovada sensación de asombro.