La tormenta que arrasó Texas: cuando el cielo no dio tregua Copiar al portapapeles
POR: ChemaTierra
8 julio, 2025
El 4 de julio de 2025, mientras muchas familias celebraban el Día de la Independencia en Estados Unidos, una tormenta implacable cayó sobre el centro de Texas. Lo que debió ser un día de fiesta se convirtió en tragedia: lluvias torrenciales provocaron inundaciones repentinas que arrasaron casas, campamentos y caminos, desafortunadamente su paso dejó más de 100 personas muertas, entre ellas niños, y decenas de desaparecidos.
La zona más afectada fue el llamado Hill Country, una región montañosa atravesada por ríos como el Guadalupe, que ese día se desbordó violentamente. En menos de una hora, el nivel del río subió más de ocho metros. Muchas personas no tuvieron tiempo de escapar. No hubo advertencias suficientes, ni margen para prepararse. Lo que ocurrió fue, literalmente, una catástrofe anunciada.
¿Qué pasó? La ciencia detrás del desastre
Aunque pareciera que fue solo una tormenta más, en realidad se trató de un fenómeno meteorológico complejo y peligroso que se combinó con factores naturales y humanos. Aquí te explicamos, paso a paso, qué fue lo que hizo tan destructiva esta tormenta.
1. Un sistema de tormentas estancado sobre la región
La tragedia comenzó con los remanentes de la tormenta tropical Barry, que se desplazaron hacia el interior de Texas. Este sistema ayudó a formar lo que los meteorólogos llaman un complejo convectivo mesoscalar, es decir, una gran masa de tormentas que se organizan y se alimentan entre sí. En lugar de moverse con rapidez, esta masa se quedó estacionada justo sobre el Hill Country, descargando lluvia de manera constante durante horas.
2. Lluvias que caen una y otra vez sobre el mismo lugar
Lo más peligroso fue que las tormentas se movían en líneas paralelas, como un tren de nubes descargando agua sobre las mismas zonas una y otra vez. A esto se le conoce como fenómeno de training thunderstorms. Imagina cubetas llenas de agua vaciándose una tras otra sobre una sola calle. Eso fue lo que ocurrió: en solo unas horas, algunas zonas recibieron más de 250 mm de lluvia, el equivalente a todo un mes… o más.
3. Aire tropical cargado de humedad
Además, había un flujo muy fuerte de aire cálido y húmedo proveniente del Golfo de México. Este tipo de vientos, llamados jets de bajo nivel, funcionan como una bomba de agua: aportan humedad constantemente, haciendo que las nubes tengan más “combustible” para generar lluvias intensas. La atmósfera estaba tan saturada que cada nube podía contener una cantidad extraordinaria de agua.
4. Un terreno que no perdona
El Hill Country es conocido como una de las regiones más propensas a inundaciones repentinas en todo Estados Unidos. ¿La razón? Su topografía: colinas empinadas, suelos delgados y poco absorbentes, y muchas zonas cubiertas de roca caliza que impiden que el agua se infiltre. Así, toda la lluvia corre cuesta abajo como si fueran ríos sobre pavimento, acumulándose en cauces naturales.
Y para empeorar las cosas, las semanas anteriores habían sido secas. Cuando la tierra está muy seca, en lugar de absorber el agua, la rechaza. Así que las lluvias encontraron poca resistencia para deslizarse rápidamente hacia los ríos.
5. El cambio climático como telón de fondo
Aunque no se puede decir que el cambio climático “causó” esta tormenta, sí sabemos que lo está haciendo todo más extremo. Un planeta más caliente permite que la atmósfera retenga más humedad. Eso significa tormentas con lluvias más intensas, más duraderas y más peligrosas.
Eventos que antes eran excepcionales están ocurriendo con mayor frecuencia. Las lluvias extremas ya no son solo una posibilidad, sino una realidad que está golpeando con fuerza, sobre todo en regiones vulnerables.
¿Podía haberse evitado?
Las autoridades meteorológicas sí emitieron algunas alertas, pero muchos habitantes no alcanzaron a recibirlas o simplemente no imaginaron que el nivel del agua subiría tan rápido. Los campamentos de verano a orillas del río no tenían protocolos claros de evacuación. Faltan sensores en tiempo real, radares locales, y sobre todo, una cultura de prevención frente a eventos extremos.
No es la primera vez que Texas vive una tragedia de este tipo. Y sin acciones contundentes, no será la última.
Lo que queda tras la tormenta
Más allá de las cifras, esta historia deja una profunda tristeza. Muchas de las víctimas estaban disfrutando del verano, en familia, celebrando. Pero la naturaleza, alterada por el clima, no perdonó.
Lo que ocurrió en Texas es una dolorosa lección sobre la necesidad de entender nuestro entorno, de respetar los límites del planeta y de prepararnos mejor. La ciencia nos ayuda a comprender por qué pasan estas tragedias, pero también nos muestra que aún podemos actuar para evitar futuras.
Y como suele suceder con todas las tragedias, lo que pasó no fue resultado de una sola causa, sino de una suma de eventos: lluvias extremas, suelos secos, falta de preparación, cambios en el clima. Una cadena de factores que, combinados, hicieron de esta tormenta un desastre inevitable… pero no necesariamente irrepetible.
Porque cuando el cielo decide caer con fuerza, lo único que nos queda es estar listos.