Ícaro, la estrella más lejana que se ha fotografiado Copiar al portapapeles
POR: Alejandra Almed
4 marzo, 2018
Por: Luis Moctezuma
Una estrella azul mucho más grande que nuestro sol es la más lejana de la que tenemos registro. Se le nombró así en honor al personaje de la mitología griega que voló tan cerca del sol que sus alas se derritieron. En el caso de esta estrella pasó algo muy diferente, pasó cerca de un fenómeno que permitió que el Hubble lograra captar una imagen suya.
Se encuentra por lo menos 100 veces más lejos que cualquier otra estrella de la que tenemos registro. El encontrarla fue un evento afortunado de azar; bastaron 26 segundos frente al lente para que se tuviera registro de ella. La probabilidad de encontrarla era mínima pero un grupo de estrellas que se encuentran en el camino ayudó para que esto fuera posible.
El Ícaro azul del espacio
Su nombre oficial es MACS J1149 Lensed Star 1. El nombre de Ícaro fue para reconocerla como una estrella muy particular. Para imaginar la distancia que nos separa de ella bastan algunos breves datos.
La luz viaja a 300 mil kilómetros por segundo. La de Ícaro tardaría 9.3 mil millones de años en llegar a nuestro planeta y nos enteramos de su existencia por medio de una fotografía. Pertenece al grupo de las supergigantes azules. Se encuentra en una galaxia espiral y, a diferencia de otras estrellas muy alejadas de nuestro planeta, logramos observarla individualmente; por la distancia podría formar parte de una imagen de conjunto de toda su galaxia pero de forma individual es única en su tipo.
Para verla fue necesario amplificar su luz unas 2000 veces. Aún los telescopios más avanzados tendrían problemas para observar un cuerpo como el de Ícaro a la distancia que se encuentra. La tecnología humana por sí misma no lo habría logrado. La fotografía se la debemos a un efecto cósmico conocido como “lente gravitacional”.
Ícaro y la gravedad
El fugitivo de la mitología griega que dió nombre a esta estrella tuvo problemas con la gravedad, MACS J1149 Lensed Star 1 se vio beneficiado por ella. En ambas historias esa atracción que ejerce la masa sobre otros cuerpos fue de gran importancia. Para el hombre de las alas derretidas fue la gravedad lo que lo llevó al suelo. En el caso de la estrella supergigante la gravedad ayudó a deformar la luz.
Para quienes conocen la Teoría de la Relatividad de Einstein no es una idea nueva. La luz se ve afectada por la gravedad, se curva para ser más específicos. Esto fue lo que pasó con la luz que emitió nuestro Ícaro. Atravesó una lupa natural formada por un grupo masivo de galaxias en la dirección indicada para ser visto por observadores humanos.
Gracias a esta afortunada alineación la luz de Ícaro aumentó su brillo 2000 veces para nuestros lentes. El Hubble apuntó en la dirección correcta, tomó la fotografía y ahora tenemos la imagen de una estrella que está a medio universo de distancia. Los objetos más alejados que se habían visualizado antes eran explosiones de supernovas.
Encontrar a esa supergigante azul fue doblemente afortunado. Está más lejos de lo que podríamos imaginar. Además se trata de la imagen de una estrella viva, a diferencia de las explosiones de supernovas. Logramos ver una estrella sola de entre esos grupos en los que aspiraríamos, en el mejor de los casos, a verla como parte de una galaxia.
¿Seguirán los golpes de suerte en la observación estelar? La cámara de campo amplio 3 del Telescopio espacial Hubble (WFC3 por sus siglas en inglés) captó una imagen el 29 de abril de 2016, un par de años después sabemos que se trataba de Ícaro. En ese momento parecía una imagen más de “redshift z = 1.49”, la galaxia a la que pertenece. Quizá ya tenemos alguna otra imagen tanto o más distante que la de esta supergigante azul.
El análisis científico es lento, pero ya nos enteraremos de las noticias que nos envía el espacio.