Científicos reviven microbios del Cretácico Copiar al portapapeles
POR: Luis Moctezuma
29 julio, 2020
Hace 101.5 millones de años un grupo de microbios quedó atrapado entre los sedimentos del fondo oceánico. Tras 10 años de experimentación, un grupo internacional de científicos logró reanimarlos. Así como la bella durmiente esperó 100 años el beso que la despertara, estos microorganismos aguardaron el fin una era geológica a que alguien los alimentara. Los resultados de una década de investigación para regresar a estos microbios a la vida se publicó recientemente en la revista científica Nature Communications.
Una larga espera
Hace 10 años se tomaron muestras del fondo marino en el Giro del Pacífico Sur. En este lugar las condiciones son poco favorables para la vida, incluso se le llama “el desierto marino”. Es uno de los 5 grandes sistemas de corrientes circulares oceánicas. Su forma evita que entren aguas ricas en nutrientes, y en consecuencia su biodiversidad es menor a la de otras regiones oceánicas.
Pocos seres vivios se aventuran a entrar al Giro del Pacífico debido al poco alimento que ahí se encuentra. Exactamente en esa región hostil hicieron una expedición hace 10 años la Agencia Marino-Terrestre Japonesa de Ciencia y Tecnología (JAMSTEC), la Escuela de Graduados de Oceanografía de la Universidad de Rhode Island, el Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología Industrial Avanzada, La Universidad de Kochi y la empresa Marine Works Japan.
“Nuestra pregunta principal era si la vida podría existir en un ambiente con estas limitaciones de nutrientes o si era una zona sin vida”, explica Yuki Morono, quien colabora en el JAMSTEC y aparece como primer firmante del artículo publicado por Nature Communications. “Y queríamos saber cuánto tiempo pueden mantenerse con vida los microbios en ausencia de alimento”, agregó. Los resultados muestran que ésta cifra equivale a poco más de 100 millones de años.
La expedición se hizo a bordo del barco perforador JOIDES Resolution. Se tomaron varias muestras de sedimento a 100 metros debajo del suelo marino, cerca de 6 mil metros de profundidad. Al analizar las muestras, los científicos notaron que había oxígeno al centro. Esto los llevó a pensar que se acumuló por miles de años a un ritmo lento. Esto permitió que microorganismos aeróbicos se acumularan en el fondo.
Para llegar ahí los microbios formaron parte de la “nieve marina”. Se llama así a restos que caen desde la superficie hasta el suelo marino. En ella se encuentra arena, partículas que fueron arrastradas por el viento y las corrientes marinas. Algunos seres pequeños como los microbios quedan atrapados entre la “nieve marina” y así llegan al fondo.
Ya en el laboratorio, Morono y su equipo incubaron a los microbios y se aplicaron sustratos con carbón y nitrógeno. Para el experimento se utilizó a 6986 individuos que en su mayoría reaccionaron a esta incubación. Rápidamente se incorporaron y comenzaron a multiplicarse. En 68 días de incubación alcanzaron 4 veces su número original. Los individuos que recibieron el sustrato de nitrógeno reaccionaron más rápido que los alimentados con carbón.
En los sedimentos que se usaron para el estudio había distintos tipos de microbios. Se experimentó tanto con organismos aerobios como anaerobios, sin embargo sólo los aerobios reaccionaron. Los científicos concluyeron que la clave fue el potencial metabólico de los microbios que mostró una gran resistencia a condiciones extremas de energía mínima.
“Al principio éramos escépticos pero encontramos que más del 99.1% de los microbios depositados en sedimentos de 101.5 millones de años seguían vivos y estaban listos para comer”, comenta Steven D’Hondt, de la Escuela de Graduados de Oceanografía de la Universidad de Rhode Island, quien participó en la investigación. A diferencia de la superficie, el ritmo de la vida en el fondo marino puede ser muy lenta.
“Queremos entender cómo evolucionaron estos microbios antiguos”, afirma Morono. “Este estudio muestra que el subsuelo marino es un terreno excelente para probar los límites de la vida en la Tierra”, agrega. Aunque la tecnología actual está muy lejos de reproducir a los dinosaurios de Jurassic Park, los microbios que coexistieron con ellos ayudarán a comprender mejor cómo fue el mundo antes de su abrupto final.