La “zona muerta” del Golfo de México está por arriba de su promedio Copiar al portapapeles
POR: Luis Moctezuma
7 agosto, 2021
El estado de Texas es conocido por sus paisajes desérticos, pero algo que no visualizamos tan rápidamente es el desierto marino que tiene cerca de sus costas. Se le conoce como la “zona muerta” del Golfo de México. Actualmente se extiende frente a los territorios de Texas y Louisiana. Ahí los niveles de oxígeno son extremadamente bajos, tanto que complica la existencia de seres vivos. Su extensión varía año con año y en esta ocasión ha triplicado el territorio que ocupó durante 2020.
Un espacio sin oxígeno que debe reducirse
Desde 1985 se mide el área que abarca la “zona muerta”. Su extensión promedio en los últimos 5 años ha sido de 5,380 millas cuadradas, equivalentes a 13,934 kilómetros cuadrados. Este año fue de 6,334 millas cuadradas, o 16,405 kilómetros cuadrados, de acuerdo a la última medición de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica estadounidense (NOAA). Los resultados se dieron a conocer este jueves.
Como en muchos otros casos, se tienen metas de control sobre la “zona muerta”. Para 2035 se espera reducirla a un promedio de 1,900 millas cuadradas, que en kilómetros cuadrados equivale a 4,921. De acuerdo a este objetivo, el promedio de los últimos años aún debe reducirse 2.8 veces.
¿Cómo es que una región marina queda sin oxígeno? En la región donde se ubica la “zona muerta” desembocan distintos ríos; el mayor de ellos es el Mississippi. Desde ellos se descargan sustancias contaminantes, principalmente nutrientes, que provienen de actividades humanas como la agricultura. Las lluvias arrastran químicos provenientes de la agricultura y las zonas urbanas hacia los ríos, posteriormente estos desembocan en el Golfo de México y provocan un desequilibrio ambiental.
Los fertilizantes son el mayor agente contaminante en este proceso. La mayor amenaza proviene de los nitratos y el fósforo. De ahí que las mediciones de la NOAA se enfoquen en los niveles de nitrógeno (N) y fósforo (P). Este año los niveles de estas sustancias presentes en el agua superaron a la predicción hecha en junio. El 25 de julio comenzó la recopilación de datos por parte de la Universidad Estatal de Louisiana y el Consorcio Marino de Universidades de Luisiana.
Tanto el nitrógeno como el fósforo favorecen el crecimiento de algas. Cuando estas mueren caen al fondo del mar y se descomponen. Las algas son descompuestas por bacterias que durante el proceso consumen oxígeno. Mientras más algas crecen en esta región menos oxígeno queda para otros seres vivos. De esta forma, lo que naturalmente sería un ecosistema marino lleno de vida se convierte en un equivalente acuático de los desiertos.
Otro factor que complica la situación es la diferencia en la salinidad del agua de los ríos y el Golfo de México. Durante gran parte del año estas no se mezclan. Es hasta la llegada del otoño que los vientos ayudan a que el agua se mezcle y el oxígeno de la parte inferior se recupere. De esta forma aparece nuevamente la oportunidad de existir ahí para los seres vivos de la región.
El mayor tamaño que ha alcanzado la “zona muerta” desde que se mide es de 8,799 millas cuadradas, equivalentes a 22,738 kilómetros cuadrados; ese tamaño es similar al territorio salvadoreño, en Centroamérica. En 2020 se tuvo un área considerablemente pequeña, de 2,116 millas cuadradas de extensión, lo que serían 5,480 kilómetros cuadrados; sin embargo, este año volvió a crecer.
“La distribución del bajo oxígeno disuelto fue inusual este verano”, comenta Nancy Rebalais, quien dirige la investigación que mide a la “zona muerta” y pertenece a la Universidad Estatal de Louisiana. “Las condiciones de bajos niveles de oxígeno cerca de las costas con muchas observaciones muestran una falta casi completa de oxígeno”, explica.
Entre los culpables de este nuevo crecimiento se señala al cambio climático. El río Mississippi tuvo poca salinidad y su descarga de agua fue mayor a lo normal. “Este año hemos visto una y otra vez el profundo efecto que el cambio climático tiene en nuestras comunidades, desde la sequía histórica en el oeste [de EE.UU.] hasta las inundaciones. El clima está directamente relacionado con el agua, incluido el flujo de contaminación por nutrientes en el Golfo de México”, explica Radhika Fox.
Por ahora las propuestas para evitar que la “zona muerta” siga creciendo consideran negociar con agricultores la reducción de químicos. Las actividades humanas de una u otra forma alteran las condiciones ambientales. Detenerlas por completo no es una alternativa viable pero controlar las sustancias que se desechan en ríos promete reducir el impacto. La “zona muerta” del Golfo de México es la segunda más grande a nivel mundial de este tipo. En 15 años podrá confirmarse si las acciones que se están tomando fueron suficientes.