Condiciones de calor y humedad extremas comienzan a aparecer Copiar al portapapeles
POR: Luis Moctezuma
12 mayo, 2020
Una de las alertas sobre el cambio climático es que en algún momento llegaremos a condiciones extremas en el clima. Un estudio recientemente publicado por la revista Science Advances se enfocó en está búsqueda, tomando como referencia la temperatura y humedad. Sus resultados muestran que éstas condiciones que se consideraban una amenaza a futuro ya están apareciendo.
Más allá de la tolerancia humana
El bulbo húmedo es un fenómeno que se predecía para mitad del siglo XXI; sin embargo, ya está aquí. Consiste en una combinación de humedad excesiva y temperatura por encima de los 35°C que teóricamente nos conduciría al límite psicológico. Incluso sin alcanzar ese límite aparecen efectos negativos en la productividad y la salud de las personas.
En periodos breves ya se han reportado los bulbos húmedos. Las condiciones de humedad que se requieren para que estos aparezcan se han incrementado al doble desde 1979. Ese fenómeno que se predecía para dentro de un par de décadas ya tiene registros y aunque estos son breves, de apenas unas horas, son cada vez más frecuentes.
Los registros se cuentan en miles. Se trata de eventos que llevan algún tiempo apareciendo como excepciones pero son cada vez más los puntos en el planeta que los registran. Inicialmente se consideraba que aparecerían en las regiones tropicales. Hasta ahora se conocen eventos de este tipo en Asia, África, Australia, Sur y Norte América.
El estudio titulado “La aparición de calor y humedad muy severa para la tolerancia humana” reporta la incidencia de los bulbos húmedos. Entre los lugares donde aparece con mayor frecuencia están: India, Bangladesh y Paquistán; les sigue el noroeste de Australia; a un nivel menor aparecen el Mar Rojo (entre la Península Arábiga y África) y el Golfo de California (en México). Las ciudades afectadas por los bulbos húmedos más extremos son hasta ahora: Dhahran y Damman en Arabia Saudita, Doha en Qatar y Ras Al Khaimah en los Emiratos Árabes Unidos.
La distribución de estos eventos sigue un patrón. Los golfos y estrechos son lugares donde aparecen frecuentemente. Al evaporarse el agua marina provee de humedad que posteriormente es succionada por el aire caliente. En regiones más interiores, alejadas de costas, se obtiene un efecto similar por la irrigación agrícola y los vientos de monzón.
“Las ocasiones en que estos eventos ocurren se incrementarán, y las áreas que afectan crecerán en correlación directa con el calentamiento global”, afirmó Colin Raymond, estudiante postdoctoral del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty en la Universidad de Columbia, quien aparece como primer firmante en el artículo publicado por Science Advances.
Que eventos de esta magnitud hayan pasado desapercibidos en estudios previos tiene una explicación metodológica. Lo más frecuente al estudiar el clima es tomar a los promedios como referencia. En cambio, el equipo conformado por Colin Raymond, Tom Matthews y Radley M. Horton decidió dar un seguimiento más puntual. A partir de la información de 7,877 estaciones meteorológicas se hizo un seguimiento sobre distintas horas del día para detectar alteraciones de corta duración.
A diferencia de los climas desérticos, la humedad presenta mayores complicaciones para la supervivencia humana. Ante un clima caluroso el cuerpo produce sudor que lo enfría, pasado un tiempo se evapora llevándose el calor consigo, pero en un clima húmedo este proceso es más lento porque el aire ya está muy cargado, incluso en condiciones extremas podría detenerse.
Las condiciones extremas de humedad y calor ponen en riesgo la supervivencia humana. En países con las condiciones adecuadas, este riesgo disminuye con el uso de aire acondicionado u otras tecnologías pero para los países pobres representa un riesgo mayor. “Las mediciones implican que algunas áreas de la Tierra están más cerca de lo esperado de alcanzar de forma sostenida un calor intolerable. Previamente se creía que teníamos un mayor margen de seguridad”, afirmó Steven Sherwood, climatólogo de Nueva Gales del Sur en Australia, quien no participó en la investigación.