¿Cuál es el riesgo de que la Amazonia se convierta en Sabana? Copiar al portapapeles
POR: Luis Moctezuma
28 agosto, 2019
La primera imagen que nos viene a la mente al pensar en el Amazonas es un bosque tropical. La estructura amazónica es más compleja que eso. Ya en la década de los 90 se alertaba del riesgo de un cambio en el paisaje amazónico. Esas regiones densamente pobladas por árboles a las que nos remite el nombre de la región cambiarían por uno más resistente a la sequía. El punto de no retorno está cada vez más cerca bajo la influencia de los incendios recientes.
Menos árboles, más problemas
Un personaje clave para comprender este proceso es Carlos Nobre, miembro de la Academia de Ciencias Brasileña y de la Academia de Ciencias de Países en Desarrollo. En 1991 propuso la hipótesis de una eventual conversión del bosque tropical más grande del mundo en una sabana, principalmente al sur y sureste de la Amazonia. Las razones era el incremento en la deforestación, que llevaría a una elevación de la temperatura, reducción en las precipitaciones y prolongación de la estación seca.
El año pasado Nobre, en compañía del científico estadounidense Thomas Lovejoy publicaron un artículo en la revista Science Advances en que advertían de este riesgo y establecían fechas tentativas. Según los cálculos mostrados en aquel estudio, la desaparición de entre el 20% y 25% del bosque tropical en el Amazonas sería el motivo para un cambio drástico. Esto marcaría la llegada al tipping point, que en español sería un punto de inflexión o no retorno, estimado dentro de 15 a 30 años.
En la última década se deforesto entre 15% y 17% de la Amazonia. En las últimas 6 décadas el total de la pérdida ha sido del 20%. Los efectos de este cambio ya son perceptibles. Como parte de un gran ecosistema, la selva amazónica requiere de ciertas condiciones que se han perdido en los últimos años y se agudizan con los incendios de los que hemos tenido noticia en las últimas semanas.
La Amazonia recicla el agua que recibe y provee las condiciones para que exista un bosque tropical denso. Tras la lluvia las raíces de los árboles absorben agua, posteriormente estos mismos árboles la transpiran y con ella se forman nuevas nubes. De esta forma la lluvia regresa constantemente. Con una cantidad menor de árboles este proceso se hace menos constante y la estación seca se prolonga. La duración de la estación seca determina si existe un bosque tropical o se dan las condiciones para una sabana, esta es la idea que defiende Nobre.
Si la estación seca se prolonga la vegetación cambiará y con ella todo el ecosistema amazónico. Esto es algo que ya comienza a verse. En las regiones donde la deforestación ha sido más intensa la estación seca ha crecido hasta un mes extra. Aquí aparecen un par de investigadores que han documentado parte de este fenómeno: Beatriz Schwantes y Ben Hur Marimon.
Este par de científicos monitorean desde hace más de dos décadas un aparte de la Amazonia. Su estudio se extiende a 60 parcelas entre las que tienen registrados más de 60 mil árboles. Su territorio de investigación se encuentra en la zona de transición, donde el bosque tropical y la sabana se unen. De ellos obtenemos algunos datos importantes.
Un árbol joven de gran tamaño tiene capacidad de transpirar hasta mil litros por día. Esto permite la formación de nuevas nubes y una baja en las temperaturas. Sin embargo, con el aumento en los incendios, la temperatura aumenta, se pierden muchos de estos árboles y se tiene cada vez menos agua en el ambiente. Gracias a las observaciones de este par de científicos existe evidencia del aumento en el periodo de la estación seca.
Lo que tenemos ahora son cambios que confirman el cambio en la Amazonia. Ya se nota una proliferación de árboles más resistentes a la sequía, típicos de una sabana. La nueva vegetación soportaría una temporada de hasta 6 meses sin lluvias, lo que permite su supervivencia pero reduce en mucho la capacidad de la Amazonia como regulador del clima mundial.
Además de ser un paraíso verde y fresco, la Amazonia juega un papel vital en la conservación de la temperatura global. Uno de sus aportes más grandes es la captación de dióxido de carbono. Un estudio realizado en 2015 por la Universidad de Leeds, en Inglaterra, expuso una reducción en la captación de este gas a la mitad desde la década de los 90. En aquella época, la Amazonia era capaz de captar casi 2 mil millones de toneladas de dióxido de carbono. Con todo el dióxido de carbono que ha dejado de captar el calentamiento global se acelera.
La Amazonia suele ser vista como un destino turístico lleno de exotismo. En los últimos días se ha convertido en un referente de contención del cambio climático pero el problema va más allá. El cambio climático también impacta al bosque tropical. Cada vez las condiciones son más propicias para que haya incendios. Con esto el ecosistema se vuelve débil y cederá con mayor facilidad.
La Amazonia se transforma. Con cada vez menos vegetación tendrá menor capacidad de contener el cambio climático de la que ha tenido hasta ahora. Los incendios son aterradores pero detrás de ellos hay un largo proceso tanto natural como propiciado por el ser humano. Es importante frenarlos a todos, quizá ese es el problema, que solemos reducirlo a una causa y con ello dejamos que las otras sigan avanzando.