Cuando las mujeres hacen ciencia Copiar al portapapeles
POR: Luis Moctezuma
8 marzo, 2022
En 2022 planea ser lanzada la próxima misión de exploración marciana de la Agencia Espacial Europea, el nombre del rover que se desplazará por las arenas rojas será Rosalind Franklin. ¿Quién fue Rosalind Franklin (1920-1958)?
Por mucho tiempo ese nombre pasó desapercibido, sin embargo, ella hizo uno de los mayores aportes a la historia del conocimiento científico. Sus estudios en cristalografía de rayos X permitieron fotografiar una molécula de ácido desoxiribonucleico (ADN). Gracias a su trabajo James Watson y Francis Crick comprendieron la estructura del ADN, lo que les dio el premio Nobel. No obstante, Franklin apenas fue mencionada en las referencias de estos dos investigadores.
La historia de Rosalind no es única. María Sklodowska (1867-1934), mejor conocida por su nombre de casada: Marie Curie, es una de las pocas excepciones en la historia de la ciencia. La descubridora del Polonio y el Radio, dos elementos radiactivos, recibió en dos ocasiones el premio Nobel.
Antes y después de ella muchas mujeres han sido relegadas de la historia oficial de la ciencia. En muchos casos el crédito se le ha dado a sus maridos o compañeros de trabajo. Sin embargo, es importante reconocer su aporte a nuestro conocimiento actual. A continuación se nombrará a algunas que posiblemente no recordarás.
Ahora comprendemos que los genes influyen en que un ser vivo nazca de uno u otro sexo, es un conocimiento biológico básico. Antes de los estudios realizados por Nettie Stevens (1861-1912), no existía el concepto de cromosomas X o Y. Investigó con insectos y además de la influencia genética en el sexo también hizo aportes sobre los rasgos hereditarios y cómo los obtenemos. Si su nombre no es recordado posiblemente sea porque la publicación de su trabajo coincidió con el de Edmund B. Wilson, a quien se le dio todo el reconocimiento. El mismo Wilson reconoció que sus conclusiones eran parecidas, aunque él conservó el mérito por mucho tiempo.
Además de la biología, el mundo de la física le debe mucho a las mujeres; un ejemplo de ello es Lise Meitner (1878-1968). En 1947 Otto Hahn, quien trabajó con Meitner por 3 décadas, recibió el Nobel de Química sin mencionarla en su discurso. Ahora se le recuerda como la “Madre” de la fisión nuclear. Fue la única científica que se negó a participar en el proyecto Manhattan, el cual culminó en la creación de la bomba nuclear. Actualmente un elemento químico lleva su nombre, el meitnerio.
Quien sí participó en el proyecto Manhattan fue Chien-Shiung Wu (1912-1977), mejor conocida como Madame Wu. En su momento investigó sobre radiación y enriquecimiento de uranio. Entre otras cosas, refutó la ley física de la paridad. El reconocimiento a este trabajo vino con el premio Nobel en 1957 pero ella no fue mencionada, el galardón fue entregado a sus compañeros Tsung-Dao Lee y Chen Ning Yang.
Ida Tacke (1896-1978) participó en el descubrimiento de dos elementos químicos: el renio y el masurium. El primero había sido predicho por Dmitri Mendeleiev en la tabla periódica pero es muy difícil encontrarlo en la naturaleza; por el renio, Tackle comparte el crédito con Otto Berg. Sin embargo, por el masurium, ahora conocido como tecnecio, no tuvo la misma suerte. Carlo Perriere y Emilio Segre fueron reconocidos por mucho tiempo como sus descubridores, ignorando la evidencia que había ofrecido antes Tackle.
Agnes Pockels (1862-1935) es otro ejemplo de las condiciones desiguales para las mujeres en cuanto a descubrimientos científicos se refiere. En su época las universidades alemanas no aceptaban mujeres. Como no estaba dispuesta a rendirse tan fácilmente combinó sus labores de ama de casa con la lectura de los libros de física de su hermano. Su laboratorio fue la cocina. A partir de una actividad cotidiana (lavar platos) desarrolló un dispositivo para medir la tensión superficial en diferentes sustancias como detergentes, jabones, grasas y aceites. Aun cuando su trabajo se publicó en la revista científica Nature, el premio Nobel por un dispositivo que perfeccionaba el suyo se lo llevó Irving Langmuir en 1932.
La historia de las mujeres en la ciencia ha salido de las sombras en las últimas décadas, sin embargo queda mucho por hacer. Reconocer los aportes históricos a la ciencia hechos por mujeres es un primer paso. De esta forma se reducen estereotipos de género y más mujeres correrán el riesgo de participar en un campo que por mucho tiempo las ha dejado al margen.
Aquí se mencionaron algunas, pero la lista podría seguir por varias páginas. En el futuro será más razonable encontrarlas en los libros de historia de la ciencia y no en artículos de curiosidades científicas.