Derrame petrolero en las costas de China: una amenaza silenciosa e incierta Copiar al portapapeles
POR: Alejandra Almed
28 mayo, 2019
Por: Luis Moctezuma
Cuando el buque petrolero Sanchi chocó contra un buque de carga, se incendió y se hundió en el Mar Oriental de China a principios de enero, nació un tipo completamente nuevo de desastre marítimo. Más de un mes después, las preguntas básicas siguen sin respuesta sobre el tamaño del derrame, su composición química y su destino final. Sin esa información crucial, los investigadores están luchando para predecir las consecuencias.
A diferencia de otros derrames de grandes dimensiones, en esta ocasión se transportaba un combustible ultraligero conocido como condensado. El 20 de abril de 2010, la plataforma Deepwater Horizon explotó en el Golfo de México. En aquella ocasión se derramaron poco menos de 800 mil toneladas de crudo, una sustancia fácil de reconocer por sus características. Lo que transportaba el Sanchi es mucho más difícil de detectar ya que entre sus características está que no tiene olor ni color.
De la amenaza al hundimiento
La noche del sábado 6 de enero, un buque de carga con grano y otro con combustibles chocaron cerca de Shangai. Uno de los barcos transportaba grano y se dirigía a Cantón desde Estados Unidos, el otro llevaba combustible iraní con dirección a Corea del Sur. Inmediatamente después de la colisión las autoridades chinas enviaron apoyo.
Sanchi, el barco que transportaba el combustible, comenzó a arder posterior a la colisión y se mantuvo así por casi una semana. Se rescataron 21 tripulantes de origen chino del barco carguero; sin embargo, la tripulación del petrolero no tuvo la misma suerte. Se calcula que hubo 32 muertos, 30 de origen iraní y 2 de Bangladesh. Para el domingo 14 de enero, el barco dejó de arder y se hundió.
El cargamento del Sanchi era de 136 mil toneladas de combustible iraní. Esta cantidad es 3 veces mayor al cargamento del Exxon Valdez que colisionó en Alaska en 1989 derramando crudo a su alrededor. Una de las diferencias que hace peligroso al cargamento que se dirigía a Corea del Sur y el del Mar de la China Oriental, es que es más explosivo y se dispersa más rápido que el crudo, además su toxicidad es absorbida por el mar y se mantiene por más tiempo.
Las zonas afectadas
Los daños provocados por este derrame irán mucho más allá del lugar del incidente. Con 111,000 toneladas métricas vertidas en el océano, se calcula que ya haya llegado al archipiélago en la desembocadura del río Yangtze, y haya invadido un ecosistema que incluye algunas de las especies marinas más abundantes del mundo. Se prevé que también zonas pesqueras de Japón se vean afectadas por el derrame.
Esta zona es una fuerte productora de especies marinas para consumo humano. Ahí habitan peces espada, caballas, corvinas amarillas y cangrejos. El año pasado en esa zona se obtuvieron 5 millones de toneladas de productos marinos. Además es una zona de pasos para algunas especies de mamíferos marinos.
La exposición al condensado es extremadamente perjudicial para los humanos e incluso se piensa que puede ser mortal. Los efectos de comer pescado contaminado con este combustible siguen sin ser probados, pero los expertos recomiendan encarecidamente no hacerlo.
La limpieza del área será complicada y lenta. Para 2014 se calculaba una recuperación de apenas el 7% del crudo derramado por el Exxon Valdez en 1989. 25 años después, la limpieza del crudo seguía sin concluir y se trata de un combustible más fácil de identificar que el condensado. Lo que queda ahora para los países afectados es un camino largo de recuperación ambiental.
El tamaño del área afectada por el desastre del Sachi se ha expandido y contraído. En enero, se detectaron en la superficie tres derrames diferentes que cubrían un área de más de 331 kilómetros cuadrados. Para complicar los cálculos, hay incertidumbre sobre la cantidad de condensado que terminó en el agua.
El Ministerio de Transporte de China inicialmente minimizó la posibilidad de un derrame, y luego dijo que se habían perdido 136,000 toneladas métricas. Más tarde, revisó la cifra a 111,000 toneladas, lo suficiente para convertirlo en el peor derrame petrolero desde 1991.
Tres décadas después del incidente de Alaska, los accidentes en el transporte de combustible siguen ocurriendo. En los próximos años habrá que buscar medios alternativos de transporte, así como combustibles menos nocivos para el medio ambiente. Afortunadamente, los gobiernos y la iniciativa privada cada vez ponen menos resistencia a los combustibles limpios, aunque todavía falta mucho por hacer.