La Luna se está encogiendo Copiar al portapapeles
POR: Luis Moctezuma
17 mayo, 2019
Pareciera que esta semana la Luna es el centro de todas las conversaciones. Mientras los chinos y su sonda Chang’e 4 exploran la composición del manto, Estados Unidos se prepara para su próxima visita tripulada y mientras tanto, confirmamos que la actividad sísmica en la Luna sigue activa. Con esto último hay que tomar nuevas medidas para seguir explorando el satélite natural de la Tierra.
Una nueva oleada de datos
Es más o menos popular la idea de que la Luna influye en el movimiento de las mareas pero pocas veces nos ponemos a pensar que esto podría ocurrir en la dirección opuesta. Un estudio publicado recientemente en la revista Nature Geoscience considera nuevas posibilidades tectónicas en nuestro satélite, entre ellas la influencia de nuestro planeta.
Cuando las misiones Apolo visitaron la Luna se dejó equipo de medición sísmica. Entre 1969 y 1977 se registraron 28 lunamotos. Algunos de ellos fueron asociados a fallas jóvenes. A diferencia de la Tierra, nuestro satélite no tiene placas tectónicas. Sin embargo, también hay movimientos provocados por la pérdida de calor y esto modifica su estructura.
Una parte importante de la actividad de la Tierra es la expulsión de calor. A través de la actividad volcánica o sísmica nuestro planeta expulsa grandes cantidades de calor y su energía respectiva. Por el tamaño de la Luna podría pensarse que el calor guardado en su centro se había esfumado hace mucho pero la actividad sísmica es muestra de que aún lo conserva. En este sentido, conocer lo que pasa a 384 mil kilómetros de altura (distancia promedio entre Tierra y Luna), nos ayudará a imaginar el futuro de nuestro planeta.
En 2010 surgió la idea de estudiar la actividad tectónica de la Luna. En ese año el Lunar Reconnaissance Orbiter detectó fallas jóvenes. Entonces se procedió a analizar los terremotos conocidos y sus distancias a las fallas detectadas. Encontraron que la distancia a la que se extendían las sacudidas fuertes alcanzaban los 30 km de distancia y 8 de los epicentros reconocidos estaban a esa distancia de las fallas jóvenes.
Una diferencia importante con nuestro planeta es que esos movimientos propician que la Luna se contraiga. En un terremoto terrestre, dos o más placas tectónicas se disputan un mismo espacio y esto provoca la sacudida. En nuestro satélite una parte del terreno se eleva y sus alrededores se aplastan. No es el único cuerpo en nuestro sistema solar que vive un proceso de este tipo, a Mercurio le pasa lo mismo.
La última pieza en el rompecabezas fue la distancia con la Tierra. La combinación de las contracciones en la luna y las mareas terrestres daba un trazo más coherente a la ubicación de los sismos. La posición de rocas cercanas a las fallas respalda esta proposición. Así que no es sólo el satélite quien influye en las mareas, se trata de un impulso recíproco.
Los planes para la Luna son ambiciosos. Además de ser motivo del primer viaje turístico a un cuerpo celeste (Dear Moon Project de SpaceX), es el objetivo espacial de la administración Trump (a través del programa Artemis). Ya no se le ve únicamente como motivo de curiosidad e inspiración, ahora es un paso obligado en la exploración espacial. Ahora que sabemos que la Luna está activa sísmicamente será importante considerar la información que se tiene, y obtener nueva, para evitar complicaciones en los futuros viajes.