Rediseñar el ambiente ártico, una propuesta para retener al permafrost Copiar al portapapeles
POR: Luis Moctezuma
29 enero, 2020
Bajo la capa de hielo permanente del ártico, también conocida como permafrost, se guardan grandes cantidades de carbono. En los últimos años este ha cedido ante los cambios climáticos y es cada vez menos. Con cada vez menos permafrost, el carbono que guardaba debajo se está liberando a la atmósfera. Un grupo de científicos de la Universidad de Oxford proponen rediseñar el ecosistema ártico para proteger el permafrost y conservar el carbono que hospeda.
Repoblar el ártico
Marc Macias-Fauria, Paul Jepson, Nikita Zimov y Yadvinder Malhi proponen un proceso de ingeniería ecológica. Para ellos, rediseñar el paisaje ártico traería beneficios ambientales para el planeta y económicos para las naciones que inviertan en el proceso. Para conseguirlo, el primer paso sería introducir animales que modifiquen el entorno.
Actualmente el ecosistema dominante en gran parte del ártico es la tundra. Los investigadores de Oxford proponen rediseñarlo para que se convierta en una “estepa de mamuts”. Para mitigar el cambio climático, la primer respuesta de muchos es ampliar la superficie forestal. Los árboles atrapan carbono y participan activamente para procesar el que ya está en el ambiente. SIn embargo, en el ártico la situación sería diferente.
En regiones extremas, cercanas al polo norte, sería más útil evitar que el hielo permanente del suelo se siga derritiendo. Para eso, una superficie de plantas bajas como pastos sería más útil. El inicio de la propuesta no son las plantas por sí mismas, sino los animales que destruirían otro tipo de vegetación y se alimentarían de la pastura.
Caballos y bisontes serían el primer paso. Estos animales comenzarían comiendo las plantas antes que alcancen un gran tamaño. Al mismo tiempo pisotearían toda aquella vegetación que crezca más allá de sus necesidades alimenticias. Con esto el ambiente regresaría a un estado anterior, diferente al actual pero deseable en función de la necesidad de mantener al permafrost.
La “estepa de mamuts” fue un ambiente común durante el Pleistoceno. Este ambiente cedió a otros cuando los grandes herbívoros como mamuts se extinguieron. Al integrar caballos y bisontes a lo que ahora es tundra, ellos se encargarían de resideñarlo para volver varios miles de años atrás; serían los ingeneros ecológicos.
Destruyendo la vegetación alta y dejando únicamente pastos, la energía solar que ingresa al ártico rebotaría con más facilidad. De esta forma volvería al espacio sin acumularse en la superficie para aumentar la temperatura. Simultáneamente, las raíces profundas del pasto atraparían carbón y llevarían el frío invernal a una mayor profundidad. En pocas palabras, el calor se iría sin intervenir y el frío penetraría a mayor profundidad, refrescando el ambiente ártico.
Los cálculos de los científicos de Oxford son alentadores en varios sentidos. Para finales del siglo XXI las cantidades de carbono emitido por descongelamiento del permafrost alcanzarían 4.35 mil millones de toneladas métricas, la mitad de lo que emiten los combustibles fósiles y 3 veces más de lo que produce el cambio de uso de suelo. Al reacondicionar el paisaje ártico esta emisión de gases se evitaría.
En la parte económica también hay beneficios. Un espacio piloto conocido como Parque Pleistoceno, en Yakutia, Rusia, introdujo mil individuos de las especies seleccionadas. El costo para esta movilización fue de 114 millones de dólares. El potencial de recuperación es de 0.3-0.4% por año, esto durante los 10 años de inserción de especímenes. Después de ello el porcentaje de recuperación se incrementa a 1%. Se trata de un proyecto a largo plazo que ofrece ganancias económicas y ambientales..