Y por más temor que tengamos, la radiactividad es parte de nosotros Copiar al portapapeles
POR: Luis Moctezuma
23 febrero, 2022
Solemos imaginar a la radiactividad como algo monstruoso pero en realidad es más familiar de lo que parece. Un par de expertos en radiactividad: Gerry Thomas y Bill Lee, decidieron explicar algunas razones para dejar de temer a la radiactividad.
Además de Godzilla, los reactores y bombas nucleares, la radiactividad forma parte de las actividades humanas. Estos especialistas comienzan aclarando que la mayoría de la radiactividad que existe es de origen natural y la vida en la Tierra sería imposible sin ella.
Algo tan fenomenal como cotidiano
Hace 14 mil millones de años, cuando ocurrió el Big Bang, surgieron los radionúclidos primordiales, que son átomos de radiación del principio de los tiempos. Ahora estas partículas se encuentran dispersas por todo el universo.
En la Tierra se encuentran algunos que le ayudan a conservar el calor. En promedio la radiactividad llega a tomar varios miles de millones de años en abandonarlos. Ejemplo de esto son el torio, que tarda 14 mil millones de años, el uranio, al que le toma 4.5 mil millones de años conseguirlo y el potasio en el que este proceso requiere 1.3 mil millones de años.
Sin los elementos radiactivos en la Tierra no contaríamos con un campo magnético que nos proteja de la radiación cósmica. Todavía existe interacción entre la radiación que proviene del espacio y la atmósfera terrestre.
Con esto algunos minerales superficiales siguen produciendo radionúclidos “cosmogénicos”, esto incluye algunas formas de hidrógeno, carbón, aluminio, entre otros. La mayoría de ellos decaen rápidamente, con excepción de una forma de carbón que ayuda a los científicos a realizar la datación con radiocarbono.
Quizá jamás realicemos un estudio que requiera una datación de radiocarbono, pero todos los días nos alimentamos. Algunos alimentos absorben pequeñas cantidades de potasio del suelo, con su radiación incluída. Entre ellos están plátanos, frijoles, zanahorias, papas, cacahuates y nueces de Brasil. Estos alimentos recorren nuestro cuerpo y toma algún tiempo que salgan. La misma forma de potasio que encontramos en alimentos emite rayos gamma mientras decae. Así que, en una proporción muy pequeña nuestros cuerpos al igual que el de Godzilla, son radiactivos.
Como nuestro cuerpo tiene una larga historia de exposición a la radiación, está preparado para ella. Nuestras células tienen mecanismos de protección que estimulan al ADN para reparar los daños. Aún así, la conocemos desde hace poco.
De forma natural fue descubierta en 1896 por el científico francés Henri Becquerel. Ya para la década de los 30 del siglo XX el matrimonio Curie experimentaba con materiales radiactivos artificiales. Ahora se encuentran en productos diversos como la industria, la agricultura o la medicina. En esta última, la radiactividad ha sido un fuerte aliado contra el cáncer, por dejar un ejemplo.
Finalmente, se llega a un punto controversial: el uso de energía nuclear. Accidentes como los ocurridos en Chernobyl y Fukushima han dejado un antecedente aterrador; sin embargo, los autores hacen un recuento de las muertes que han provocado otras fuentes de energía centrándose en los combustibles fósiles. Otras fuentes de energía como el lignito (con base de carbono), carbón, petróleo, biomasa y gas registran un mayor número de muertes a causa de accidentes o contaminación. Con la tecnología actual los desechos radiactivos que produce un reactor son mínimos.
Los argumentos de los autores son varios y tienen el objetivo de reducir el temor a la radiactividad. Gerry Thomas es catedrática en Patología Molecular en el Imperial College de Londres, por su parte, Bill Lee es profesor de Materiales en Ambientes Extremos en la Universidad de Bangor. Ambos colaboraron para el artículo “Todos somos radiactivos —así que dejemos de temer”, que se publicó en The Conversation el 11 de febrero de 2022.