La explosión de Tonga cambió los atardeceres antárticos Copiar al portapapeles
POR: Luis Moctezuma
18 julio, 2022
El 15 de enero de 2022 el volcán Hunga-Tonga-Hunga-Ha'apai hizo erupción, una de las más violentas de la era contemporánea. Una de las consecuencias de aquel evento fue que grandes cantidades de aerosoles se lanzaron a la atmósfera. Estos han permanecido durante meses en la estratósfera y actualmente provocan un fenómeno luminoso fuera de lo común en el hemisferio sur.
Los investigadores que permanecen en la Antártida durante el invierno austral ya lo han documentado en fotografías.
Un invierno distinto a los demás
“Usualmente, a mitad del invierno Antártica está casi a oscuras continuamente, excepto por un ligero ‘crepúsculo náutico alrededor del mediodía lo que significa que el horizonte es tenuemente visible en buenas condiciones”, explica Stuart Shaw, quien permanece en la Base Scott durante el invierno.
Shaw es técnico científico de Nueva Zelanda en Antártica y narra cómo ha cambiado el cielo en esa región del mundo durante esta temporada. “Pero este año, tuvimos presente un gran espectáculo, hizo que la mayoría del personal de la estación agarrara sus chamarras y corriera hacia afuera con sus cámaras para ver los impresionantes colores”, continúa su relato.
Este fenómeno no es exclusivo de la Antártida. En Nueva Zelanda se han estado observando cielos rosas fuera de lo común. Estos son provocados por los aerosoles remanentes en la estratósfera que han permanecido tras la erupción de enero.
Stuart Shaw se enteró de lo que ocurre en Nueva Zelanda a partir de una publicación del Instituto Nacional de Investigación Hídrica y Atmosférica (NIWA) de Nueva Zelanda. La Estación Lauder de Investigación Atmosférica en Otago Central, confirmó desde su instrumento Lidar de base terrestre un pico inusual en los aerosoles estratosféricos a una altura de entre 20 y 25 kilómetros de altura sobre Nueva Zelanda. Lidar es la tecnología de Detección y Medición de Imágenes mediante Láser.
El fenómeno en la Antártida es similar, con algunas diferencias en la altura. De acuerdo con Nava Fedaeff, quien es meteorólogo del NIWA, hay una abundancia de aerosoles en la estratósfera sobre la Antártida entre 15 y 24 kilómetros de altura. Los datos provienen del satélite Lidar. Antes de la erupción no se tenía registro de esta gran concentración.
“Los aerosoles estratosféricos pueden circular por el globo durante meses después de una erupción volcánica, dispersando y doblando la luz a medida que el sol se sumerge o se eleva por debajo del horizonte, creando un brillo en el cielo con tonos de rosa, azul, púrpura y violeta. Estos crepúsculos volcánicos se conocen como "resplandores tardíos", con color e intensidad que dependen de la cantidad de neblina y nubosidad a lo largo de la trayectoria de la luz que llega a la estratosfera”, apunta Nava Fedaeff.
Los aerosoles son principalmente partículas de sulfato en una erupción normal. Sin embargo, el volcán de Tonga es submarino. Esta pequeña diferencia en las condiciones pudo provocar que también se hayan mezclado vapor de agua y sal marina junto con los aerosoles.
“La naturaleza nunca falla en dar un espectáculo en la Antártida, y puede ser hermosa o destructiva”, señala Jordy Hendrikx, quien es Asesor Científico en Jefe de Nueva Zelanda en Antártica. También recuerda que la distancia entre Nueva Zelanda y Antártica es de 5 mil kilómetros y entre Tonga y el continente helado es de 7 mil. Resalta esto para comentar que nuestro planeta está conectado y las fotografías que se han obtenido recientemente son prueba de ello.
“Lo que sucede en la Antártida nos afecta en casa, y al revés también. Gran parte de la ciencia que apoyamos tiene como objetivo entender esas dinámicas en la atmósfera, los océanos y los ecosistemas, y ayudar a entender mejor la conectividad entre la Antártida, Nueva Zelanda y el mundo en general”, menciona Hendrikx.