Las erupciones volcánicas y sus efectos en el clima global Copiar al portapapeles
POR: ChemaTierra
1 agosto, 2021
En el último años, imágenes y videos de volcanes en erupción han inundado las redes sociales: el Fagradalsfjall, en Islandia; el monte Etna, en Italia; y LaSoufriere, en San Vicente y las Granadinas, son quizá los ejemplos que nos vienen a la cabeza. Pero no son todos los volcanes activos del mundo.
Según el último reporte del Programa de Vulcanismo Global del Smithsonian Institute, unos 45 volcanes alrededor del mundo están en erupción.
De acuerdo a este sitio, aunque no se mantienen estadísticas detalladas sobre la actividad diaria, en un día particular hay alrededor de 20 volcanes en erupción activa.
Una erupción volcánica puede ser catastrófica, en primer lugar, para los seres vivos, así como para la propia economía de un país. Aparte de esto, los científicos también han observado que este fenómeno natural puede llegar a afectar la atmósfera, alterando, inclusive, el clima a nivel mundial.
¿Puede la erupción de un volcán afectar el clima?
El asunto fue abordado por primera vez por Benjamín Franklin, quien se dio cuenta que en el año de 1783 el clima había sido inusualmente frío, tanto en Europa como en una gran parte de Norte América. Las nevadas sucedieron mucho antes de lo previsto y el invierno fue mucho más duro de lo habitual.
Esto se debió a la enorme erupción en la fisura volcánica Laki al sur de Islandia, que comenzó el 8 de junio de 1783 y duró más de ocho meses de actividad. La erupción produjo unos 14 km cúbicos de basalto; además, de una nube de ceniza que provocó una densa niebla en toda Europa, bloqueando el Sol, probablemente hasta el oeste de Siberia. Aparte de la ceniza, la nube eruptiva consistía de una serie de gases que combinados con la atmósfera causaron la destrucción de cultivos y la muerte de ganado.
Hay muchas razones por las que las erupciones volcánicas afectan el clima global. En primer lugar, las erupciones volcánicas producen grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2), un gas conocido por contribuir al efecto invernadero. Tales gases atrapan el calor que irradia la Tierra formando un tipo de escudo alrededor del planeta. El efecto invernadero es esencial para nuestra supervivencia ya que mantiene la temperatura de nuestro planeta en un rango habitable, pero existe una creciente preocupación de que una excesiva producción de este tipo de gases pueda provocar un calentamiento excesivo en una escala global.
A pesar de esto, las cantidades de dióxido de carbono liberado en las erupciones volcánicas no se comparan con las cantidades emitidas por el ser humano. De acuerdo al Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) las erupciones volcánicas producen alrededor de 200 millones de toneladas de CO2 cada año, mientras que la actividad humana contribuye con unas 26,800 millones de toneladas; unas 130 veces más.
Asimismo, los científicos han detectado que las cantidades de dióxido de carbono liberado en las erupciones volcánicas no son tan significativas para producir un calentamiento global detectable. Sin embargo, los impactos volcánicos más significativos provienen en realidad del desprendimiento de partículas de ceniza y gases ricos en azufre hacia la estratosfera y troposfera.
El verdadero efecto en el clima
La ceniza, a pesar de que se esparce rápidamente por la atmósfera, pudiendo bloquear la luz del Sol, cae rápidamente. La mayor parte desaparece en unos días o semanas y tiene poco impacto en el cambio climático. Los gases volcánicos como el dióxido de azufre, por el contrario, sí puede causar un enfriamiento global.
Cuando el dióxido de azufre emitido por un volcán se eleva hasta la estratosfera se somete a reacciones químicas que lo transforman en gotas diminutas de ácido sulfúrico, que constituyen a lo que se conoce como aerosoles volcánicos. Estos aerosoles reflejan la luz solar de regreso al espacio en lugar de dejar que llegue a la superficie de la Tierra enfriando, por ende, la superficie del planeta y la capa inferior de la atmósfera o troposfera.
Historias Verdaderas
Durante el siglo pasado, varias erupciones volcánicas han provocado un descenso de hasta medio grado (Fahrenheit) de la temperatura promedio de la superficie de la Tierra, en un periodo de uno a tres años.
La famosa y poderosa erupción del Monte Pinatubo en Filipinas, el 15 de junio de 1991, fue una de las erupciones más grandes del siglo XX, lanzando una nube de 20 millones de toneladas de dióxido de azufre. La nube del Pinatubo fue la más grande nube de dióxido de carbono jamás observada en la estratósfera desde el comienzo de las observaciones por satélite en 1978 y causó lo que se cree la mayor perturbación de aerosol en la estratosfera en el siglo XX; aunque probablemente menor que aquella provocada por la erupción del volcán Krakatoa en 1883 y Tambora en 1815.
Cuando el volcán Krakatoa hizo erupción en 1883 expulsó unos 20 kilómetros cúbicos de material en una columna eruptiva de casi 40 kilómetros de altura. La oscuridad envolvió de inmediato las islas vecinas de Java y Sumatra. En mayo de 1883 comenzó la serie de erupciones volcánicas que duraron hasta el 27 de agosto del mismo año. Para la tarde del 28 de agosto, la bruma de la erupción del Krakatoa había llegado a Sudáfrica y el 9 de septiembre había dado la vuelta al mundo, sólo para hacerlo varias veces más antes de salir completamente de la atmósfera terrestre.
La nube eruptiva del Krakatoa se observó en todo el mundo, y pudo haber inspirado a numerosos artistas y escritores. Los luminosos y vibrantes colores del cielo de Londres del pintor William Ashcroft, o la intensa puesta de Sol en el cuadro “El grito” de Edvard Munch, pueden ser el resultado del espectáculo visto a distancia.