Cómo la Tierra dejó de ser el centro del universo Copiar al portapapeles
POR: Luis Moctezuma
15 febrero, 2024
Los antiguos griegos creían que la Tierra era el centro del universo y por mucho tiempo esta idea se mantuvo. Gracias a la observación y los avances en el conocimiento científico ahora sabemos que ni siquiera estamos cerca del centro de nuestra galaxia.
Esto fue resultado de un proceso largo de varios cientos de años. Para cambiar una idea tan arraigada fueron necesarios varios cambios en la sociedad.
Un descubrimiento desempolvado
Aristarco de Samos vivió entre los años 310 y 230 antes de la era común. Fue un astrónomo y matemático griego que propuso un sistema heliocéntrico. Como el modelo más popular en su época para explicar el universo dejaba a la Tierra en el centro, sus ideas pasaron desapercibidas.
Por mucho tiempo lo más cercano a una explicación científica sobre la forma del universo fue la propuesta de Aristóteles (384 a 322 antes de la era común). Este filósofo griego consideraba que la Tierra era el centro del universo.
En el modelo aristotélico el cielo se dividía en dos partes que separaba la esfera de la Luna. Cada esfera se formaba de elementos diferentes y respondía a leyes distintas. La Tierra estaba bajo la esfera de la Luna y estaba formada por los cuatro elementos que había propuesto Empédocles: tierra, agua, aire y fuego.
Para el siglo XVI Nicolás Copérnico (1473 a 1543) retomó la idea. El modelo geocéntrico, que deja a la Tierra al centro del universo presentaba inconsistencias difíciles de ocultar.
Un modelo heliocéntrico simplificaba las explicaciones matemáticas además de ofrecer resultados más precisos. Uno de los detalles que no terminaban de encajar en el modelo copernicano es que él creía que las órbitas de los planetas eran circulares.
Casi un siglo después Johannes Kepler (1571 a 1630) encontró la forma adecuada para las órbitas: la elipse. La descubrió gracias a las observaciones que había hecho Tycho Brahe (1546 a 1601) de Marte.
Kepler notó que el Sol se encontraba en uno de los focos de la órbita marciana. Posteriormente demostró que este movimiento también aparecía en los otros planetas. Lo que no pudo establecer Kepler fue las distancias de los planetas respecto al Sol.
Las observaciones de Brahe fueron de gran utilidad para el modelo heliocéntrico pero tenían limitaciones importantes. Las hizo sin apoyo de equipo especial que no apareció hasta que entró en escena Galileo Galilei.
Galileo construyó el primer telescopio astronómico en 1610. Las observaciones con este dispositivo permitieron afinar los datos que tenemos sobre los planetas. Por ejemplo, al mirar hacia Júpiter encontró otros cuatro puntos que giraban en torno a él, lo que ahora conocemos como satélites galileanos: Ío, Europa, Ganímedes y Calisto.
Antes de las observaciones de Galileo se podía dudar de los modelos heliocéntricos. Con la confirmación de cuatro objetos con órbita alrededor de Júpiter se demostró que no todos los objetos celestes giran alrededor de nuestro planeta.
El detalle final para comprender la forma en que se organiza nuestro sistema solar fue la mecánica y el cálculo de Isaac Newton. Gracias a estas herramientas fue posible hacer predicciones astronómicas.
Al principio se creía que todo el universo era lo que podemos reconocer en el cielo a simple vista. A lo largo de la historia han aparecido nuevos descubrimientos que nos muestran que hay muchos más detalles.
Los avances en el conocimiento del cosmos nos permiten explicar muchos detalles que hace algunos siglos despertaban dudas e incluso temores porque no podían explicarse. Ahora sabemos que la Tierra es el tercer planeta en un sistema solar del que hasta ahora conocemos ocho planetas, en uno de los brazos de una galaxia espiral que se mueve junto a otras en el universo.