Sobre el científico mexicano que en los 70 ya había medido la masa de un agujero negro Copiar al portapapeles
POR: Luis Moctezuma
8 octubre, 2020
En 1978 la comunidad científica no terminaba de aceptar a los agujeros negros; en ese mismo año un mexicano propuso medirlo a partir de ondas de radio. Luis Felipe Rodriguez obtuvo el grado de doctor con una tesis titulada “Observaciones de las líneas de recombinación de radio del gas ionizado en el centro galáctico”, en ella proponía que el agujero negro al centro de la Vía Láctea tenía una masa de 5 millones de masas solares, una cifra cercana a la que se acepta hoy en día.
Un método que no convenció
Ya en los años 70 se había reconocido una fuente intensa de ondas de radio en el centro de la galaxia. Alrededor de esa fuente había gas ionizado y se sospechaba que podía ser un agujero negro. El reto era grande debido a que esa región del universo no es visible con técnicas clásicas de astronomía por el exceso de gas y polvo cósmico.
Rodriguez eligió un método que atravesara el polvo cósmico: las ondas de radio. Usó radiotelescopios para captar las señales de esa región del universo. “En particular observamos lo que se llama una línea, una emisión del hidrógeno, y la vimos muy ancha, y eso nos llevó a pensar en un hoyo negro”, narra Rodríguez. “Estudié alrededor del hoyo negro y encontré que el gas estaba rotando muy rápido y que, si no había algo que lo jalara gravitacionalmente, ese gas ya se hubiera extendido hace mucho”, este fue un primer indicio de lo que recientemente motivó al Premio Nobel de Física de este año.
En su momento el cálculo le valió a Rodríguez el Premio Robert J. Trumpler. Este galardón se entrega a la mejor tesis doctoral de astronomía hecha en Estados Unidos; el trabajo fue publicado en 1979. En aquella época el astrónomo mexicano conoció al reciente ganador del Nobel, el alemán Reinhard Genzel. En 1984 Genzel publicó un estudio sobre el mismo gas y llegó a una conclusión similar: se trataba de un objeto supermasivo. Los cálculos del investigador alemán indicaban que su masa era de 3 millones de masas solares. En su momento, ninguno de los dos estudios fueron aceptados completamente.
“Lo que pasó es que el gas es muy fácil moverlo con una explosión de una estrella, con lo que llamamos vientos, y la gente dijo: ‘No, eso se está moviendo por otra razón, no es un hoyo negro’. Así que Genzel, inteligentemente, se dio cuenta que lo que había que demostrar era el movimiento, pero ya no en el gas, que es tan susceptible a otros efectos, sino en las estrellas”, aclara Rodríguez.
Después de su estudio con ondas de radio Genzel optó por el espectro infrarrojo que también atraviesa el polvo. Es comprensible que surjan dudas sobre el gas, así que el siguiente objetivo de Genzel fueron las estrellas y su movimiento. A través del infrarrojo observó el movimiento de estos cuerpos celestes y ahí la conclusión fue definitiva: había un objeto supermasivo al centro de la Vía Láctea.
Después de esta apuesta por el infrarrojo vinieron más de 3 décadas de investigación. Las estrellas en esa región del universo se movían muy rápido y eso indicaba la presencia del agujero negro. Actualmente se acepta que su masa es de 4 millones de masas solares. “O sea, quedó entre su estimación y la mía inicial”, comenta Rodríguez.
Para el astrónomo mexicano las condiciones de investigación de cada uno definió el alcance que obtuvo. “Es claramente una bifurcación interesante. Yo me regresé a México con los recursos muy limitados, necesitaba gente y equipos que tuvimos que conseguir del extranjero”, menciona Rodríguez. Por su parte, Genzel tuvo un escenario muy distinto en Alemania. “Es un personaje muy importante y recibe un apoyo tremendo para construir estas cámaras que captan la radiación infrarroja y que permiten colocar la posición de las estrellas. Andrea estaba haciendo lo mismo en Estados Unidos”, agrega.
Ante dos realidades distintas, uno de ellos logró seguir su investigación hasta demostrar lo que era impensable. “Entonces uno ve cómo, en efecto, se bifurcan las carreras: una persona que está en el primer mundo puede darle vuelo a su ambición y a sus deseos y hacer cosas; en México, pues la tenemos muy difícil y tiene uno que sacrificar cosas de la carrera”. Aún así, Luis Felipe Rodríguez es un científico reconocido y premiado en México. Su trabajo sirvió como un antecedente para encontrar ese objeto que incluso Albert Einstein dudaba que existiera realmente.
Fuente: Instituto de Física de la UNAM