Una grupo de islas en Alaska podría ser en realidad un gran volcán interconectado Copiar al portapapeles
POR: Luis Moctezuma
8 diciembre, 2020
Bajo las Islas Aleutianas podría existir un volcán gigante. Esta propuesta fue presentada oficialmente el lunes 7 de diciembre en Reunión Anual de Otoño de la Unión Americana de Geofísica (AGU). Las Aleutianas se ubican al norte del continente, entre América y Asia. Se trata de un conjunto de más de 300 pequeñas islas que forman un arco de aproximadamente 1,900 kilómetros. Son conocidas por su actividad volcánica pero de ser cierta la hipótesis tendríamos un gran volcán bajo ellas con el riesgo de una gran explosión.
Siguiendo la pista de un gigante
Al centro de las Aleutianas se encuentran las islas conocidas como Cuatro Montañas. En ellas se ubican 4 estratovolcanes, sus nombres son: Carlisle, Cleveland, Herbert, Kagamil, Tana y Uliaga. Este tipo de volcanes son los típicos conos que sobresalen de la tierra, arrojan fumarolas y en ocasiones excepcionales hacen erupción, con consecuencias catastróficas.
Las sospechas de un grupo interdisciplinario de investigadores van más allá. Sus estudios se enfocan en el Monte Cleveland, el más activo del grupo. Al estudiar a este volcán han encontrado indicios de un sistema interconectado de volcanes. Con esto no habría varios pequeños volcanes con riesgo de erupción, sino una gran caldera subterránea que los alimenta.
La caldera que se sospecha bajo las Islas Aleutianas sería similar a la Caldera de Yellowstone. Este tipo de sistemas tienen un potencial destructivo mayor. Una erupción proveniente de una caldera tendría consecuencias a nivel mundial. La razón de esto es la ubicación del sistema.
Los estratovolcanes cuentan con una reserva individual de magma. A diferencia de ellos, las calderas forman grandes depósitos bajo la corteza terrestre. Cuando la presión en ellas se eleva suficiente son capaces de provocar grandes erupciones con resultados de mayor impacto que los de un estratovolcán.
Una explosión importante en la historia ocurrió en el año 43 antes de la era común. Ese año vivió la explosión del Monte Okmok, ubicado en las Aleutianas. Sus efectos se sintieron hasta la antigua república romana, que concluyó un par de décadas después. Entre los efectos que se reconocen en las erupciones de calderas como la que se propone bajo estas islas están grandes cantidades de gas y ceniza que se acumulan en la atmósfera provocando cambios climáticos; también se reconoce entre las consecuencias alteraciones sociales.
Por ahora la propuesta se mantiene como una hipótesis. Se basa en los datos con los que se cuenta pero estos no son suficientes para confirmar la existencia de la caldera. “Hemos estado escarbando hasta debajo de los cojines del sillón con los datos”, comenta Diana Roman, del Instituto de Ciencias Carnegie en Washington. La analogía alude a la poca información que se tiene de la zona. “Pero todo lo que observamos apunta a que existe una caldera en esta región”, agrega.
Para comprobar la existencia de la caldera es necesario hacer estudio de campo en las Islas Aleutianas. “Esperamos regresar a las Islas de las Cuatro Montañas para mirar más de cerca el fondo marino, estudiar las rocas volcánicas con gran detalle, recolectar más datos sísmicos y gravitatorios y tomar muestras de más áreas geotérmicas”, explica Diana Roman.
Una de las razones más fuertes para creer que esta caldera existe es la constante actividad del Monte Cleveland. Posiblemente es el volcán más activo en las últimas dos décadas en Norteamérica, sus nubes de ceniza alcanzan van de los 4,572 a los 9,144 metros de altura sobre el nivel del mar (la medida original se da en pies).
Comprender si realmente se trata de una caldera permitirá tomar precauciones en el futuro. Esta zona tiene un tráfico constante de vuelos entre Asia y América. Si realmente se trata de un sistema y no de varios volcanes aislados será más fácil tomar decisiones. “Nos puede ayudar a comprender mejor qué tipo de erupciones esperar en el futuro para estar preparados ante futuros riesgos”, afirma John Power, del Servicio Geológico de Estados Unidos, primer firmante del estudio.