El peligro invisible que ronda a Venus Copiar al portapapeles
POR: ChemaTierra
14 octubre, 2025
Durante años, los astrónomos han vigilado el cielo en busca de asteroides potencialmente peligrosos para la Tierra. Gracias a los telescopios más potentes, hemos detectado miles de ellos. Sin embargo, un nuevo estudio sugiere que podría existir una población entera de cuerpos rocosos que se nos escapa, escondidos en el resplandor del Sol, orbitando en una región tan cercana a Venus que se vuelven prácticamente invisibles para nuestros ojos terrestres.
Asteroides que comparten el camino de Venus
Investigadores de la Universidad Estatal de São Paulo, encabezados por Valerio Carruba, han analizado la dinámica de los llamados “asteroides co-orbitales” de Venus. Estos cuerpos comparten aproximadamente la misma órbita que el planeta, dando vueltas al Sol casi al mismo ritmo, aunque con trayectorias un tanto desalineadas.
Hasta ahora se conocen apenas una veintena de ellos, pero los modelos sugieren que podrían ser muchos más. El problema es que casi todos se esconden en una zona del cielo que nuestros telescopios no pueden explorar fácilmente: demasiado cerca del Sol, donde la luz es tan intensa que cualquier reflejo queda anulado.
El caos en sus órbitas
La idea de que Venus pueda estar rodeado por una nube de asteroides ocultos no es nueva, pero este estudio la lleva más lejos. Los científicos simularon las posibles trayectorias de estos cuerpos durante decenas de miles de años y descubrieron algo inquietante: muchos de ellos siguen órbitas tan inestables y caóticas que, con el paso del tiempo, podrían desviarse hacia la Tierra.
La causa está en la compleja danza gravitacional entre el Sol, Venus, la Tierra y otros planetas. Un leve cambio en su órbita —una pequeña perturbación— puede ser suficiente para alterar su destino. Algunos de estos asteroides, sobre todo los que tienen una excentricidad menor a 0.38, podrían cruzar la órbita terrestre en el futuro, convirtiéndose en visitantes no deseados.
No se trata de una alerta inmediata ni de un escenario apocalíptico, pero sí de un recordatorio de lo poco que conocemos de las regiones internas del sistema solar. Los objetos que giran tan cerca del Sol son difíciles de rastrear y, en consecuencia, uno de los puntos ciegos más preocupantes para la defensa planetaria.
Un punto ciego en la defensa planetaria
Detectarlos no es tarea fácil. Desde la Tierra, los telescopios se saturan con el resplandor solar cuando intentan observar esa zona del cielo. Solo en raras ocasiones, cuando el ángulo entre la Tierra y Venus cambia lo suficiente, es posible captarlos durante unos pocos días.
Los grandes observatorios en construcción, como el Rubin Observatory en Chile, podrían descubrir algunos de ellos, pero no todos. La única forma de conocer realmente cuántos hay y cómo se comportan sería enviar misiones espaciales dedicadas, quizá situadas en órbita alrededor de Venus o en puntos estratégicos entre Venus y el Sol, donde la luz no interfiera tanto.
Los compañeros ocultos de Venus
Un ejemplo de estos curiosos compañeros de viaje es el asteroide 2002 VE68, un “cuasisatélite” de Venus que acompaña al planeta en su recorrido solar. Otro caso notable es 594913 ‘Ayló’chaxnim, descubierto en 2020, que orbita incluso más cerca del Sol que Venus.
Estos objetos son apenas una muestra de un conjunto mucho mayor que permanece oculto. Lo paradójico es que los más peligrosos —los de órbitas más estables y menos excéntricas— podrían ser justamente los más difíciles de ver, porque reflejan menos luz y permanecen más cerca del resplandor solar.
Lo que no vemos también importa
El hallazgo tiene implicaciones directas para la defensa planetaria. Desde hace años, la comunidad científica trabaja para catalogar y monitorear todos los objetos cercanos a la Tierra (los llamados NEO, por sus siglas en inglés). Sin embargo, esta nueva investigación sugiere que aún falta vigilar una región clave: la vecindad de Venus. Allí podrían ocultarse cuerpos capaces de sorprendernos con trayectorias impredecibles.
Para evitarlo, los científicos proponen ampliar nuestra mirada más allá de lo visible. Es necesario diseñar misiones que observen desde nuevas posiciones en el espacio y desarrollar modelos que simulen con mayor precisión los efectos del Sol, la radiación y las interacciones gravitacionales. No basta con mirar hacia fuera, hacia los confines del sistema solar; a veces el peligro puede estar mucho más cerca de casa, brillando justo detrás del Sol.
Lo invisible también nos protege
Los asteroides “invisibles” de Venus nos recuerdan que aún no conocemos completamente nuestro vecindario cósmico. Que entre la Tierra y el Sol siguen existiendo rincones oscuros, misteriosos y llenos de preguntas.
Pero también nos recuerdan algo más profundo: cada descubrimiento de lo que no vemos amplía los límites de lo que sí comprendemos. Y en ese equilibrio entre el peligro y el conocimiento está la verdadera razón por la que seguimos explorando el espacio: porque entender lo invisible es, en última instancia, una forma de proteger la Tierra.